I was always workin´steady
But I never called it art…
I´ve come here to revisit
What happens to the heart
Leonard Cohen
Las cabalgatas de las cabras de vapor blanco en la superficie son algo que tienes que ver. Las vas a contemplar. Luego más adelante querrás saber de dónde viene ese trote de neblina mullida y aunque lo evites o lo pospongas, querrás ir al manantial que trae las cabras al mundo. Yo lo pospuse por dos años. Pensaba que eran solo reverberaciones residuales de la lógica de los trenes bajo tierra. Al comienzo pensé que eran sucios vapores que piden ser nombrados columnas o cortinas, depende de si te apoyas en ellos o los atraviesas. Casi siempre tenían la forma de cabras saltarinas sobre el asfalto que de repente salían volando o la forma del unicornio atrapado sin salida frente a las puntas de lanzas de sus jueces cazadores. También alguna vez pensé que las columnas eran limpias, efectos que venían con la ciudad, basas, fustes y capiteles de humos que sostenían la meta-atmósfera sobre nuestras cabezas.
Fue hace poco que me fui al corazón del vapor. Me atreví a fundirme con otros en el núcleo de los comportamientos que tienen lugar en el vapor. Me atreví a amarlo allí, luchando contra las mareas nerviosas de las palmas de las manos y las cuevas de las axilas, donde tiene lugar la diaforesis más grande jamás vista. Cincuenta y cuatro escalones al centro del corazón donde fluye el vapor que bombean las secuoyas rojas. Allí estaba esperándome, al centro de la caldera más grande, el golpeador de manos sin huesos, de las que colgaban gajos espesos, terminaciones vivas. Pedí los golpes que han sido dados cada día por 132 años y estuve esperando sin saberlo desde hace más de 20 años, desde el año 2001. El latigazo robusto del abedul, el latigazo seco del roble, el latigazo ardoroso del eucalipto, el latigazo enredado del enebro, el latigazo ronco del pino y el latigazo rasposo de la lengua de la bruja ortiga que me decía: cúrate, cúrate, cúrate.
Allí en esa profundidad la ciudad tiene su verdadero quiebrasol, su verdadero quiebraculpas. Y allí la dejé emanar, finalmente. Bajo la acción líquida de sudar, la acción vaporosa de vivir. En la batalla natural bajo la opresión del calor, sus manos y las mías se soltaron, para enfriarme sin resistencia y renacer en refugio, en purificación, en reconciliación, quemada por la piedra incandescente. Allí dejé que todo se desvaneciera y ascendiera por esos tubos de líneas naranjas y blancas donde la gente arriba posa. Allí dejé que ese líquido salado y transparente, realmente marino, que nos fue dado, me liberara de eso que sucede al corazón frente a la punta de lanza de los jueces cazadores.
Nueva York, 28 de Noviembre de 2024.